lunes, 8 de octubre de 2012

Astrologia [tercera parte]


Conduje hasta el centro y aparque el auto en el gigantesco estacionamiento del Walt-mart que abría las 24 horas de los 7 días de la semana, entonces me imaginé que el estar acomodando anaqueles bajo luz artificial era una forma bastante mierdera de pasar la madrugada del fin de semana, los que trabajan con esos horarios suelen ganar más que los que tienen un horario menos jodido pero aun así, se requiere un tipo especial de persona para cubrir esos horarios, me daba un poco de morbo la idea de poder ver de cerca a un espécimen de ese tipo especial de persona. Y yo, andaba con aquello en la cabeza cuando empecé a oír un golpeteo, algo que sonaba como un  “¡Pat-Pat-Pat!” medio ahogado, apague el motor y salí del auto con las llaves y las monedas en la mano, el golpeteo venia de la parte trasera del beetle, de la cajuela para ser exactos. Coloque una oreja sobre la cajuela aun sin abrir y escuche de nuevo el “¡Pat-pat-pat!” pero esta vez iba acompañado por el sonido de una voz exigiendo salir.

Ahora, he de confesar que algún tiempo antes de todo esto que les cuento yo era una muy mala persona peor de la que fui entonces (o por lo menos una mucho menos curiosa) así que, si aquello me hubiera ocurrido unos años antes hubiese regresado al auto, dejado las llaves adentro y lo hubiera abandonado sin mas con la esperanza de no haberme metido en nada jodidamente grande por error y sin importarme nada aquel pobre diablo encerrado, pero, aquello me ocurrió en una etapa de la vida en la que yo era una mejor persona, ya no participaba en peleas, ya no robaba en las tiendas de autoservicio, ya no me emborrachaba con (casi) cualquier cosa, ¡Oh no señor!, el yo de aquel entonces daba los buenos días cuando le abrían la puerta en algún lado, daba limosna a los pobres y abría las cajuelas (o cajas, o jaulas o contenedores de basura, ya tienen la idea) donde pudiese haber algún pobre diablo encerrado. Así que, metí las llaves del beetle en la cerradura de la cajuela y la gire para abrir aquello y liberar al pobre sujeto y nada mas hacerlo la puerta salió disparada en mi dirección y el tipo al que tan desinteresadamente acababa de salvar me saludo lanzándome una llave de cruz que alcanzo a pegar en el punto exacto del pecho donde cuando te golpean expulsas todo el aire y se te quitan las ganas de seguir salvando samaritanos, y ¡Oh! Si hubiera retenido algo de aire en los pulmones en ese momento hubiese gritado muchas malas palabras.

Y así conocí a Apollo.

1 comentario:

kevin Jaureguy dijo...

Queremos la cuarta parte.

Florecillas azules.

Aquel verano lo pasamos conduciendo en su coche oyendo discos de Misfits. En aquel entonces yo no sabia quien era Glenn Danzig ni me importa...