domingo, 16 de febrero de 2014

Mapa sin fin de un viaje [Parte 2]

Ella era demasiado linda como para ponerle un arma cargada en la frente a alguien y demandar cualquier cosa, imaginarla disparar dicha arma contra quien fuera estaba así mismo descartado y lejos de cualquier posibilidad. Yo le había regalado un arma; una Walther PPK que le había obsequiado en su cumpleaños junto a 2 VHS´s de James Bond, pero había terminado sepultada en un cajón junto al anillo en forma de estrellas que le obsequie en navidad y otro montón de obsequios que no necesariamente provenían de mi, por ello, el que los VHS´s de James Bond hubiesen acabado en una repisa lejos de aquel cajón tenia un merito enorme e incomprensible para cualquier persona ajena a nuestro pequeño mundo.

No, no podía imaginármela tomando la pistola y robando la pintura por la fuerza, ni siquiera alzando la voz; no por falta de carácter sino porque ella era una de esas personas que se mantienen tan indiferentes al universo que simplemente no hayan una justificación para alzar la voz, a menudo me daba la impresión que ella no recorría el sendero de la vida sino que simplemente flotaba alrededor de el describiendo círculos a todo aquello que le llamase la atención. Dicho de otra forma: yo estaba fascinado con ella a pesar de saber que entre los dos no podría haber una relación mas estrecha, por tal motivo solía colocarla en un pedestal tallado en puro mármol blanco. Ella era un planeta y yo, simplemente una luna girando atraído por su fuerza de gravedad. Sea como sea, los planetas no suelen asaltar galerías de arte a mano armada, su estilo (de tenerlo) seria mas bien, tomar lo primero que les captase la atención, arrancarlo tranquilamente del marco y llevárselo enrollado bajo el brazo. Aquel era un estilo que requería mas confianza y buena suerte que planeación, a mi personalmente esas cosas no se me daban e intentarlo me había costado una costilla pero no había ningún motivo para que a un planeta sobre un pedestal de mármol blanco no le funcionara.
Aun así la idea de ella robando lo que fuera aunque no imposible, resultaba bastante descabellada.

En esto iba pensando mientras caminaba los 4 kilómetros que separaban su casa de la mía, me gusta caminar, sobre todo de noche y a oscuras no se porque, francamente no puedo pensar en una razón lógica, simplemente es así, posiblemente por ello acabé dedicándome a lo que me dedico actualmente.
Llegué a mi casa, saqué la llave del bolsillo de la camisa que hasta hace unos minutos ella llevaba puesta y abrí la puerta.

Pocas cosas me deprimen mas que llegar a un hogar vacío, no me molesta la soledad pero el sentimiento de llegar a un lugar sin ruido ni movimiento ni actividad alguna es al igual que el sonido de huesos rompiéndose una de esas cosas a las que nunca he podido habituarme.

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Florecillas azules.

Aquel verano lo pasamos conduciendo en su coche oyendo discos de Misfits. En aquel entonces yo no sabia quien era Glenn Danzig ni me importa...