miércoles, 26 de marzo de 2014

El sueño como deporte olímpico.

Era una de esas noches donde el reloj marcaba las dos y algunos minutos de la mañana con grandes números rojos brillantes en la oscuridad de otra forma absoluta de la habitación.
Tenia unas dos semanas sin poder dormir apropiadamente, la noche pasada había conciliado el sueño a las 6:47 de la mañana y había despertado solamente 32 minutos después; me sentía agotado pero por mas que daba vueltas sobre la cama el sueño nada mas no me visitaba.
Ya había probado de todo: raíz de valeriana, infusiones calientes, leche tibia, leer teoría lacantiana, ejercitarme y cambiar la dieta pero nada me había funcionado, llegada la noche mi cuerpo simplemente permanecía inerte incapaz de conciliar el sueño a pesar del agotamiento físico y mental que pudiese suministrarle durante el día.
Había empezado a resignarme "pues ya no soy de los que duermen de noche" me decía "a lo mejor podría aprovechar ese tiempo en algo útil" y por unos días lo hice, una noche la utilice para limpiar la casa a fondo y todo quedo limpio como jamas lo había estado y la noche siguiente a esa acabe mis reportes de la semana 3 días antes de la fecha limite; por citar algunos ejemplos pero aquello no duró demasiado, no era solamente que no pudiese dormir y listo puesto que mi cuerpo seguía necesitando ese inalcanzable descanso y su escasez empezaba a hacer mella en mi.

En la mayoría de los casos la privación de sueño te mata mas rápido que la inanición.
Después de unos días en ese estado constante de insomnio empiezas a tener alucinaciones, pasas unos días contemplando las siluetas que se te aparecen y te dices "ah ya veo, estoy alucinando, normal" pero conforme avanza el tiempo tu cerebro empieza a perder la capacidad de distinguir entre que es verdad y que es falso. Dale suficientes días y pasaras las tardes y noches horrorizado antes las figuras que te contemplan rodeándote por todos lados.

Una noche en particular estaba como de costumbre mirando el techo de mi alcoba cuando me entraron ganas de visitar el inodoro. Me deshice de las sabanas me puse las pantuflas y abrí la puerta de mi habitación. Salí al pasillo y en el fondo de este vi una figura cuadrúpeda muy delgada algo así como un perro desnutrido aunque considerablemente mas largo.
Abrí la puerta del baño, hice lo que tenía que hacer, y me dediqué a observarme en el espejo un largo rato, desde que había empezado todo aquello había adquirido la costumbre de contemplar mi rostro en el espejo atento a los cambios físicos; nada nuevo; la piel reseca y los sacos morados bajo los ojos de siempre.
Abrí la puerta del baño y frente a mi, a 30 centímetros de distancia de mi rostro estaba aquel perro delgado y largo que había visto en el pasillo bloqueandome el paso.
En otra circunstancias sin duda habría gritado o brincado como mínimo por la sorpresa pero en aquel punto estaba tan acostumbrado a las alucinaciones por insomnio que no hice ni lo uno ni lo otro y en su lugar me limite a contemplar aquello debatiendo con mi cerebro si seria capaz de simplemente atravesar aquel objeto de apariencia solida o tendría que sacarle la vuelta.
El perro largo se puso de pie sobre dos delgadisimas piernas que tenían apenas el grosor que tendría un palo de escoba. De esa forma el perro delgado ya no lo parecía, tampoco parecía humano, ni siquiera un híbrido entre ambos, era solamente una silueta largirucha y extremadamente delgada, lo único que parecía tener cierto volumen era una cabeza perfectamente redonda ubicada a unos 30 centímetros de donde estaba mi propia cabeza, aquella silueta a un paso de distancia de mi casi rozaba el techo.
Extendió una mano hacia mi como esperando a que la tomase pero no lo hice. Me quede inmóvil ante aquella cosa producto de mi cabeza somnolienta. Y aquello sonrío.
En la perfecta esfera que era su cabeza apareció una hilera de dientes perfectamente blancos y derechos comos los tendría una modelo de pasta dental aunque mas numerosos.
Y extendió mas su mano hasta casi rozarme al tiempo que acercaba su cabeza a la mía.

Su aliento olía como cascaras de naranjas que llevasen en la basura demasiado tiempo.
Aquella sonrisa no cesaba y los dientes mismos parecían contemplarme desde el interior de una boca que no existía, mientras le prestaba atención a ello no me percate que la mano ya me había asido de la mano y ahora me tiraba hacia si. Opuse resistencia pero aquello me tiraba con fuerza hacia él. Usé mi propio peso para anclarme al suelo y con la mano que tenia libre me aferre del lavabo pero aquello tiraba con tanta fuerza que llegue a creer que su verdadera intención era arrancarme el brazo mientras aquella sonrisa no dejaba de contemplarme y la linea de sus dientes se abría y cerraba dejando entrever varias hileras de dientes igualmente perfectos en la cavidad que debería ser su boca.
Finalmente la mano con la que me aferraba al lavabo cedió y únicamente el ancla de mi propio peso era insuficiente para detener el arrastre su jaloneo por lo que mi cuerpo cedía unos centímetros de distancia segundo a segundo mientras aquello me tiraba hacia si mismo.

Desesperado en este punto, deje de oponer resistencia. Dale suficiente tiempo y simplemente te resignas.
Deje de anclarme y entonces aquello dejo de tirar y de sonreír y de agarrarme y de existir, simplemente se desvanecío en el aire y fue como si nunca hubiese habido nada en primer lugar y lo mas probable es que ese hubiese sido el caso desde un principio, solamente una alucinación de mi mente agotada por el insomnio constante.

Apagué la luz del baño, atravesé el pasillo con cuidado de no mirar hacia el punto donde aquel perro delgado había aparecido en un principio y volví a mi alcoba en completa oscuridad.
Abrí las sabanas y me metí en ellas, su tibieza me reconforto de inmediato y entonces para mi sorpresa; empece a quedarme dormido y justo en ese instante en que mi cuerpo cedía completamente y brincaba de la realidad hacia el abismo infinito del sueño recordé mientras mi conciencia se alejaba mas y mas que no me había lavado las manos.
Entonces me quede dormido.

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Florecillas azules.

Aquel verano lo pasamos conduciendo en su coche oyendo discos de Misfits. En aquel entonces yo no sabia quien era Glenn Danzig ni me importa...