sábado, 29 de noviembre de 2014

Daphne Blue [tercera parte]

Conocí a cierta chica cuando dios me arranco una costilla, el ojo izquierdo y el sueño para darle forma en una noche completamente blanca en la que todos usábamos abrigos, el mio era azul con rayas negras, el de ella simplemente de un azul dos o tres tonos mas claro que el mio.
Aun era temprano por la noche, creo que aun no daban ni las diez y podías ver toda la extensión de la playa bajo la luz fría y plateada de una luna llena decembrina.
Resumiendo; nuestro primer encuentro fue algo que se sentía predestinado.
Ni mejor clima ni mejor momento ni mejor paisaje ni una mejor fecha pudimos haber pedido.
Si hubiera sido una película ese primer vistazo, ese primer cruce de miradas hubiera tenido música de the carpenters como fondo arruinando para siempre la escena.
Para cuando las palabras vinieron ya habíamos construido una base para asentarlas hecha a raíz de puras miradas.
La primera etapa es aquella donde las palabras son innecesarias, las cosas aun no son reales, no son solidas son solamente una idea.
La segunda etapa son el intercambio y con ello empieza la construcción de algo.
La tercera etapa es todo lo demás.
El orden puede alterarse, pero personalmente no lo recomiendo.

Cierta chica besaba chocando mis labios con los suyos lo que me hacia creer que ella venia de un lugar mas alto que los ángeles.
Cierta chica me dosificaba poco a poco los sueños que dios me había quitado para construirla, me los daba mezclados con los suyos, a veces escondía alguno de sus miedos entre ellos y yo me los devoraba fingiendo que no me daba cuenta.
Me comía su miedo y ella apaciguaba el mio y también viceversa.
Mi cabeza era un satélite flotando a setecientos cincuenta kilómetros de altura transmitiendo a mis entrañas imágenes de habitaciones con cortinas mecidas por el viento y una cama individual.

A Julieta le quedan 16 días de vacaciones y mientras tanto estoy solo en esto.
Me gusta Julieta porque extiende sus brazos y no tengo que decirle nada, si pudiera amarla seria perfecto, pero el problema es que no puedo.

La recepcionista del lugar, me hace callar con un gesto justo cuando estoy por decirle mi nombre y me indica a cambio con un dedo que camine por el pasillo a su derecha y toque la puerta.
Sobre la puerta, en una placa dorada dice:
Sroka Zwyczajna 
Santo patrón de las causas perdidas

Y de pronto tengo miedo de entrar porque no estoy preparado para hablar en otro idioma que no sea español y el nombre es evidentemente extranjero pero abro la puerta cuando me piden que entre de todos modos. La habitación tiene una alfombra verde botella, las paredes están tapizadas con libros y el aire acondicionado esta en una temperatura muy baja, tanto que puedo ver mi respiración. En el extremo opuesto de la habitación hay un escritorio de una madera preciosa y una silla plegable color roja frente a esta. La misma voz que me invitó a entrar me pide ahora que tome asiento, la voz viene de uno de esos elegantes sillones que giran sobre su base de modo que el propietario de la voz, el santo patrón de las causas perdidas me da la espalda sin que yo pueda verlo sentado justo frente a mi con solo el escritorio de por medio.
La silla desplegable es una de esas baratas que compras en cualquier supermercado y cuando me siento da la impresión de que va a ceder ante mi peso, es lo único en la habitación que no tiene un aire de elegancia e importancia y resulta obvio que esta hecho así a propósito; llegas a la puerta del santo patrón sintiéndote pequeño en necesidad de ayuda y su oficina te lo recuerda constantemente; tu eres pequeño yo soy grande.
Tu buscas ayuda, yo estoy en disposición de ofrecerla.
Hay un silencio lo suficientemente largo como para notar que sobre el escritorio hay una carpeta con mis dos nombres y mis dos apellidos impresos en un etiqueta pegado en un costado. Y entonces Sroka Zwyczajna me pregunta porque, que porque me permití caer en una situación en donde tuviese que pedirle su tiempo. Aquello suena mas a un reclamo que a una verdadera pregunta; pero antes de que pudiera responder cualquier cosa su silla gira y el santo patrón se muestra ante mi como un sujeto flacucho con traje a la medida y cabeza de ave. Sobre sus piernas están los restos sangrantes de unas aves mas pequeñas que asumo han sido su almuerzo y le han manchado las ropas.
"Va a devorarme" pienso.
El santo patrón se abalanza y me devora.
Me despierto poco después del mediodía en mi propia alcoba.
En el suelo hay una nueva ave muerta regalo de Sputnik que ha dormido sobre mi estomago.
Tomo una bolsa, meto el ave y procedo a meterla en el congelador con las demás.

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Florecillas azules.

Aquel verano lo pasamos conduciendo en su coche oyendo discos de Misfits. En aquel entonces yo no sabia quien era Glenn Danzig ni me importa...