Me digo que esta sensación como de perpetuo verano durará para siempre pero se en el fondo que ya se ha acabado y ahora el vacío que dejó me dice con certeza que de hecho no va a regresar, que no volveré a saltar ni a contemplar las flamas rojas, naranjas y púrpuras propias de la pasión que alguna vez me jacte de poseer.
Quizá el aceptar sin más lo que ahora es innegable y decididamente incómodo sirva para limpiar el campo para poder volver a usarlo y plantar cosas nuevas en el. Quizá no sirva para nada más que sumergirme en la indiferencia y en el desdén, dale suficiente tiempo y todo puede ser una excusa. Quizá el pensarlo más de dos segundos sea en si mismo una excusa para aplazar lo inevitable.
Amo a B. como solo podría amar a pocas personas, amo a B. como solamente podría amarla a ella y a nadie más. Y la amo porque me ama lo suficiente para acompañarme en mi existencia cuando soy una cosa pequeña e incomoda. La amo porque no huye, me confronta y me hace encarar las partes de mi que odio y quisiera amputarme. Ella me ama incluso con esas partes y la consecuencia de ello es que a la larga termino aceptándome y queriéndome a mi mismo. La consecuencia de su amor es que terminó odiando el hecho de que me a veces me odio. El amor susurra entre las recamaras vacías que son mi ser ahora mismo, el odio por otra parte en su esfuerzo por hacerse notar; grita.
Quiero decirle a B. que la amo, de hecho estoy seguro de que ya se lo he dicho cientos de veces, pero aún así siento cada tanto la necesidad de recordárselo. - B. - le digo - te amo - y B. que a veces me entiende mejor de lo que me entiendo yo mismo sabe la extensión completa de ese amor, los lugares que abarca y sobre todo los lugares que no abarca. Entiende que mi amor se extiende tanto como soy capaz de extenderlo más allá de los confines del yo que tiene partes que odio y quisiera amputarme. Y ella me abraza como lo ha hecho siempre, a pesar de que me estoy muriendo, pudriendo y a veces soy mala compañía.
