domingo, 6 de diciembre de 2020

Si mi soledad fuera un pez seria tan grande que amedrentaría a las ballenas.




 A donde vas ya no puedo seguirte y a donde  voy  no me quieres seguir, 
la diferencia entre querer y poder es tan vasta que asemeja el océano. Pero este mar nuestro no está habitado por absolutamente nada, solo es agua, sal y rocas que aunque azotadas por las mareas y el viento no ceden.

 Y aun así,
te veo por accidente en los pasillos y mi corazón se hace pequeñito y duele.
Quizá imaginarte tanto me ha hecho olvidar el peso de la realidad que eres y te rodea, y esta, ahora viene hacia mí y me pisa el cuello.
 Al pensarte te hallo en mi cabeza sonriendo,
 y sonríes con tantos rostros que has adquirido con los años, con los cabellos largos, cortos, dorados, rojos o castaños, con la piel morena o blanca a veces fría al tacto. En mi cabeza te asemejas a todas las flores de todos los colores y aromas pero mi miedo se confunde con indiferencia y prefiero no cortarte del campo y en vez de ello contemplarte salvaje en el jardín. 

 No es indiferencia.
Mis pies se hunden en la hierba y se llenan de rocío. "El mundo es un campo" te dije "y las flores no pertenecen a un florero en la mesita de la sala", Asentiste y me dijiste que para que los pétalos se abran primero deben echar raíces.

 Ahora entiendo que fui un observador por decisión propia cuando debí haberme convertido en tierra.

 En mi cabeza sonríes con las coronas que te he puesto en vida.
Coronas de nubes, de rubíes, de pájaros, de canciones, de poemas, de miradas furtivas, de frases que no alcanzo a terminar antes de arrepentirme, y encima, hasta arriba de todo, una corona hecha de mis fracasos concebidos de día, tejidos a la media luz e incompleta por mi maldita manía de jamás terminar las cosas.

 Como te amo me odio un poquito,
pero de tu amor solo nacen cosas que atesoro,
a veces eres todos esos momentos preciosos con los que construyo mi lecho para echarme a mirar las estrellas.

 Y ahora entiendo que de alzarte tanto no te dejé echar raíz, que tus flores que me atrajeron se marchitaban.
Que cuando tus raíces se aferraron a mi, sentí el miedo de los peces hacia el anzuelo, y te fuiste.
Yo debí aferrarme a ti y me permití perderte.

 Y ahora que hace mas de una década que dejé de tener 16 años, o los 18 que tuve cuando me conociste,
al pensarte,
admito
que 
ahora 
que soy tierra
nuestro
mar
me ahoga
y
me
duele,
un poquito.
Pero, al pensarte cuando te hallo en mi cabeza, sonriendo.

  yo también sonrio.

 Puma Blue suena tan fuerte como el momento lo permite, no se como se miden los decibelios, no se muchas cosas, e incluso las cosas que se n...