La escena es sencilla y trillada: un sujeto entra a un bar, se sienta en la barra y se pone a conversar con el cantinero, el giro esta en que no pide nada y de hecho la conversacion que mantiene con el hombre del otro lado de la barra es natural, familiar y llena de sentido. Pero a nosotros no nos interesan las cosas con sentido (al menos no por ahora) lo que nosotros buscamos son mas bien cosas torcidas, cosas cuya irregularidad y dispariedad justifiquen por si mismas su existencia, asi que nos levantamos pagamos la cuenta y salimos del bar.
En la calle hay algunos transeuntes, un perro echado en la banqueta, una fila de faroles que alumbran la misma y algunos arboles, nada peculiar, a simple viste no parece haber nada en lo que merezca la pena fijarse por mas de 5 segundos. Es tarde, pero no lo suficientemente tarde como para que las calles queden completamente vacias y sucedan las cosas que suceden cuando las calles se han quedado vacias.Para resumir y cortar con la pseudopoesia de tajo basta definir la hora diciendo que aun faltan algunos miles de segundos para que merezca la pena el quedarse dormido.
Conforme avanza la noche y nuestro cuerpo es arrastrado por nuestros pasos sin rumbo, las calles se llenan de autos que hacen sonar sus claxons a la minima provocacion, sin embargo nuestros audifonos nos impiden oirlos y eso es de agradecer, en este mundo un clavo no podra sacar otro clavo, pero un sonido puede sacar a otro sonido, mientras disfrutamos de la recien improvisada filosofia, uno de los autos que recien habiadejado de sonar su inaudible claxon a nuestros oidos, no frena a tiempo y nos separa del suelo.
Y entonces caemos hacia arriba, felices y orgullosos de haber encontrado algo absurdo esta noche.
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