Conduje hasta el centro y aparque el auto en el gigantesco
estacionamiento del Walt-mart que abría las 24 horas de los 7 días de la
semana, entonces me imaginé que el estar acomodando anaqueles bajo luz
artificial era una forma bastante mierdera de pasar la madrugada del fin de
semana, los que trabajan con esos horarios suelen ganar más que los que tienen
un horario menos jodido pero aun así, se requiere un tipo especial de persona
para cubrir esos horarios, me daba un poco de morbo la idea de poder ver de
cerca a un espécimen de ese tipo especial de persona. Y yo, andaba con aquello
en la cabeza cuando empecé a oír un golpeteo, algo que sonaba como un “¡Pat-Pat-Pat!” medio ahogado, apague el
motor y salí del auto con las llaves y las monedas en la mano, el golpeteo
venia de la parte trasera del beetle, de la cajuela para ser exactos. Coloque
una oreja sobre la cajuela aun sin abrir y escuche de nuevo el “¡Pat-pat-pat!”
pero esta vez iba acompañado por el sonido de una voz exigiendo salir.
Ahora, he de confesar que algún tiempo antes de todo esto
que les cuento yo era una muy mala persona peor de la que fui entonces (o por
lo menos una mucho menos curiosa) así que, si aquello me hubiera ocurrido unos
años antes hubiese regresado al auto, dejado las llaves adentro y lo hubiera
abandonado sin mas con la esperanza de no haberme metido en nada jodidamente
grande por error y sin importarme nada aquel pobre diablo encerrado, pero,
aquello me ocurrió en una etapa de la vida en la que yo era una mejor persona,
ya no participaba en peleas, ya no robaba en las tiendas de autoservicio, ya no
me emborrachaba con (casi) cualquier cosa, ¡Oh no señor!, el yo de aquel
entonces daba los buenos días cuando le abrían la puerta en algún lado, daba
limosna a los pobres y abría las cajuelas (o cajas, o jaulas o contenedores de
basura, ya tienen la idea) donde pudiese haber algún pobre diablo encerrado.
Así que, metí las llaves del beetle en la cerradura de la cajuela y la gire
para abrir aquello y liberar al pobre sujeto y nada mas hacerlo la puerta salió
disparada en mi dirección y el tipo al que tan desinteresadamente acababa de
salvar me saludo lanzándome una llave de cruz que alcanzo a pegar en el punto
exacto del pecho donde cuando te golpean expulsas todo el aire y se te quitan
las ganas de seguir salvando samaritanos, y ¡Oh! Si hubiera retenido algo de
aire en los pulmones en ese momento hubiese gritado muchas malas palabras.
Y así conocí a Apollo.
1 comentario:
Queremos la cuarta parte.
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