lunes, 6 de abril de 2020

El búho azul IV

Como imaginaba la búsqueda a pie del lugar de la foto había sido del todo infructuosa pero de regreso a mi hogar pasé por el supermercado por lo que regrese cargado de bolsas de plástico con comida para toda la semana.
El reloj marcaba pocos minutos antes de las nueve de la noche. Había estado fuera poco mas de 3 horas y ahora el departamento estaba carente de toda luz natural por lo que encendí las luces y me metí a la cocina para acomodar las cosas dentro del refrigerador.

Estaba metiendo las verduras en el cajón que les corresponde cuando escuché cuatro fuertes golpes provenientes del congelador.
<Toc, toc, toc, toc>
Cerré el cajón y abrí la puerta del congelador, dentro estaba, con el cuerpo doblado como un contorsionista el sujeto de la caja, la manera en que su cuerpo rellenaba el pequeño espacio del congelador me recordó a la forma en la que el cuerpo de los caracoles llenan sus conchas en espiral.
El sujeto de la caja debía medir poco mas de un metro y setenta y cinco centímetros, no era especialmente alto pero era delgado en extremo lo que le brindaba el aspecto de un espantapájaros, sobre su cabeza una caja de cartón común y corriente con el logotipo de una empacadora de manzanas rojas le cubría completamente el rostro por lo que salvo unos cabellos negros y largos que sobresalían de esta era imposible discernir sus facciones.
-¿Puedo entrar? - Me preguntó de inmediato.
Lo observe un par de segundos mas antes de asentir con la cabeza e invitarlo a pasar con un gesto de la mano, había guardado un par de filetes en el congelador y me preguntaba si seguirían ahí.
El sujeto de la caja dejó caer su cuerpo al suelo lanzándose hacia delante y se levantó como lo haría una serpiente. Al moverse de esa forma daba la impresión de ser mucho mas alto de lo que realmente era.
-¿Me traes las pastillas?
El sujeto de la caja asintió, extrajo de su bolsillo derecho un puñado de pastillas de varios colores y las depositó sobre la barra de la cocina, las separó por color e hizo lo mismo con las pastillas del bolsillo izquierdo.
-Recuerdame de cuales querías por favor. - La voz del sujeto de la caja tenia algo que me hacia odiarla, no era una voz desagradable de ninguna manera, simplemente había algo en su forma de pronunciar, algo en su tono que me hacia odiarla. Un odio que acababa dirigiendo hacia su dueño y me hacia perder la compostura.
-Verdes. -dije seco.
-Verdes - Repitió el sujeto de la caja. - Tengo 6 verdes ahora mismo.
-Había pedido por lo menos 10.
-Ya - Aquello significaba que no iba a conseguir mas de el.
Tomé las pastillas y las puse en mi frasco después de quitarles las pelusas del bolsillo del sujeto de la caja.
Cuando me di la vuelta para encararlo de nuevo este ya se estaba metiendo de vuelta al congelador y cerraba la puerta tras de si.
Esperé unos segundos y abrí el congelador. Estaba vació, ni siquiera estaban mis filetes.

Tomar alguna de la pastillas verdes a esta altura resultaría un desperdicio y no me apetecía hablar con el suplente del santo patrón de la causas perdidas, así que guarde el frasco, me di un baño a consciencia y me metí a la cama, en la mesita de noche estaban las únicas pistas que poseía de momento y ninguna me decía demasiado en realidad, una pluma azul corta como de dos pulgadas de largo color azul brillante, tan brillante que los finos pelos que le componían parecían hechos de luz. Junto a la pluma la corcholata  oxidada de un refresco de guayaba y por supuesto, la fotografía.
Ninguna de esas cosas tenia sentido por si misma y aun así todas apuntaban a un solo sujeto: El búho azul.
Si lograba atraparlo el pato gris seguiría poco después, podría salir de deudas y retirarme si me daba la gana.
Di media vuelta sobre la cama, me cubrí hasta la cabeza con el cobertor, y eventualmente empece a quedarme dormido.

Cuando me desperté al día siguiente lo primero que hice fue fijarme de nuevo en el congelador con la esperanza de que mis filetes hubieran reaparecido pero no fue el caso.

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