miércoles, 11 de agosto de 2021

El verde es tu color favorito aunque aun no lo sepas.

 En el piso, sobre los muebles y en la misma cama hay prendas de varios tonos de verde. Ella dice que el purpura es su color favorito pero lo único en la habitación de ese color mide lo suficiente para caber en las manos y tiene encima algo de arena. Ambos vivimos cerca de la playa y ella trabaja en el mar por lo que la arena aunque llama la atención y da en que pensar no esta del todo fuera de lugar. 
En sus ojos las señales de una leve fiebre aun se asoman cada tanto como cabecitas curiosas asomándose a través de una ventana intentando no ser vistas.

Sobre sus hombros el peso entero de una cabeza que ahora mismo lleva la carga del mundo y el peso de una docena de cosas mas. La conocí brillante como cristal expuesto al sol, y con esa confianza que es característica inalterable de las veracruzanas como el que no dejan distancia entre uno y te hablan de manera directa sin adornos y tan de cerquita que podrías extender los labios y darles un beso en la frente a medio monologo. 
Me advirtió que su cuarto era un horno y tan relativa como pudiera ser esa descripción esa es una declaración peligrosa, en esas condiciones me asombra que no haya sudado toda la fiebre para estas alturas pero algunas fiebres son bastante resilientes y simplemente hay que esperar a que pasen, así sin poder hacer nada mas que esperar, pensar, asomarse temporalmente al pozo de la locura y gritarle que se largue. 

El horno no me asusta, vivimos en el sur de la península, el calor es una constante, entre estaciones, días, ciclos y lugares; nunca renunciamos a el, solo aprendemos a diferenciarlos y a resignarnos. El calor del sol cocinando el contenido de tu cráneo al mediodía parado en la banqueta, es completamente diferente al mismo sol acariciando tu cuerpo semidesnudo en la playa a la misma hora y el calor de su horno-habitación no es desagradable ahora mismo. El calor es una cosa de percepción, y la percepción es una cosa relativa.

"Fingir demencia no es lo tuyo" me dice. Y en su tono hay cierta molestia. Le digo que soy la epitome de la elegancia y en mi cabeza ella coincide conmigo. La realidad es que lo único purpura de la alcoba es un imán para la vista y la imaginación, el que esté ahí pareciera una invitación o una declaración de guerra de esas que no pueden ser ignoradas. 
Me asomo temporalmente al pozo de la locura e intento gritarle pero ella tiene razón, la demencia no es lo mío, no tengo razones para gritarle. En estas circunstancias mi sonrisa es quizá también una declaración de guerra. 

De su cabeza como la cornamenta de un ciervo salen ramas de un árbol que se extienden aproximadamente unos 45 centímetros. En la primavera esas ramas se llenan de flores y nidos de pájaros de plumajes azules, estos días de verano los colores están más apagados en parte por ese calor agobiante y la fiebre de la que hablaba pero ya se ven los capullos de las flores y los frutos otoñales. 

Aquí aunque las estaciones no existen no dejan de ser metáfora para los ciclos. Al final aunque la cosas se levanten o caigan, florezcan o mueran la verdad es que al final todo termina regresando a su sitio y más o menos en el mismo lugar. Si las cosas no vuelven también está muy bien pero entonces toca acostumbrarse al nuevo estado de las cosas. En el día a día eso no resulta tan obvio pero la inmovilidad y la enfermedad tienden a evidenciar eso y por ello las encontramos particularmente agobiantes, las cosas siguen su rumbo pero lo siguen muy a su ritmo y eso usualmente quiere decir que van lento. Por eso nos páramos y actuamos, nos estiramos y crispamos, retorcemos y madrugamos y nos damos golpecitos en las mejillas frente al espejo; para obrar y acelerarlas, llevarlas a donde nos conviene o queremos o simplemente olvidarnos que todo está exactamente ahí. 

La evidencia de que el verde es tu color favorito son las decenas de prendas por el suelo de ese color que ya has recogido y puesto en su lugar pero que ahora viven permanentemente en mi memoria. 

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