con gestos de valiosa indiferencia,
enturbian el agua de los ojos
de figuras informes.
El ruido incesante
que martilla mis oídos,
acallas a las voces
que vomitan palabras vacías
y llaman a placeres obscenos.
Aquí, donde se esconde la vida
nacen flores marchitas, de ponzoñosas espinas
que devoran el éter pútrido,
las miradas opacas,
ocultan el llanto
de los corazones hambrientos.
nacen flores marchitas, de ponzoñosas espinas
que devoran el éter pútrido,
las miradas opacas,
ocultan el llanto
de los corazones hambrientos.
El depredador atraído
abre sus fauces
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