Las mujeres no saben lo que quieren, en eso se parecen entre sí, y sin embargo, son excepcionalmente buenas decidiendo lo que no quieren y esas listas de cosas que no quieren son bastante únicas. Y ella, a decir verdad, no me quiere. Para ella soy parte del ruido del fondo, soy un elemento más en el paisaje cotidiano, soy hierbajos y esos bichos bajo las piedras de la banqueta. Algo digno solamente de una curiosidad efímera.
Mi orgullo herido se desangra y duele en algún rincón de mi pecho y me hace pensar: "ojala mi orgullo muriese sin mas, entonces ya nada me dolería". Esas y otras ideas estúpidas se me ocurren en el candor del momento. Así que salgo y grito metafóricamente, el orgullo herido también grita, grita para no sentirse diminuto. Inflo los pulmones de aire frío y se me calma la cabeza. Aquí en esta cabeza hay espacio para una charla pero soy incapaz de una conversación, nada de lo que diga ahora mismo tendrá sentido ni el tono correcto, no hay ninguna posibilidad ahora mismo de que no arruine aún más las cosas. El tiempo tiene que templar y mediar un poco.
Hace falta tiempo y temple para la conversación donde pueda escuchar la verdad que quiero oír directamente de su boca y el problema es que ya se la verdad; y la verdad es que ella no me quiere.
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