domingo, 10 de mayo de 2020

El búho azul VI

Como la ausencia de sueño empezaba a hacerme mella me tome una de las pastillas cuando el atardecer empezaba a pintar las nubes de purpura y el cielo de dorado, desde mi ventana vi al sol caer, y junto con el sol cayó la barrera que separa las realidades, a cada minuto el pecho me latía mas deprisa y la sensación de mareo familiar empezaba a aparecer, conforme avanzaba el reloj las sienes empezaron a temblar y aparecieron la sensación de punzada en el centro de la frente y en los oídos el sonido parecido al que haría una campanilla que suena una vez y se extiende hasta el infinito, un sonido que perfora el cráneo se mete en la masa suave de tus sesos y una vez ahí crece como si inflaras un globo.
De pronto la silla donde estoy sentado se expande y se convierte en el sofá verde botella de la recepción y de pie frente a mi esta la figura aun difusa de la recepcionista del lugar. Mis pupilas tardan un poco en ajustarse a la luz de la nueva habitación donde ahora estoy pero indudablemente es ella.
La veo observarme como esperando a que mis ojos se ajusten lo suficiente.
-El santo patrón de las causas perdidas quiere verte. - Dice la recepcionista y me pongo de pie.
De nuevo me señala la puerta que debo abrir al final del pasillo.
Dentro de su oficina, detrás del gran escritorio el mismísimo Sroka Zwyczajna, Santo patrón de las causas perdidas vestido impoluto como siempre con frac negro como una noche sin estrellas, sobre su escritorio los restos de un pequeño animal que estoy demasiado lejos para distinguir pero del tamaño y el color de una ardilla pequeña del cual el Santo patrón de la causas perdidas arranca pequeños pedazos que se lleva a la boca manchándose las manos y el pico de sangre en el proceso. Me quedé en el umbral de la puerta hasta que el Santo patrón se fijo en mi y me invitó a acercarme con la mano.
Mientras me acerco se limpia las manos manchadas con un trapo que extrae de uno de sus bolsillos. Para cuando llego a tomar asiento frente a el, sus manos están impecables y puedo ver claramente que aquello que pensé era una pequeña ardilla se trata de hecho de un par de tortolitas a las que ahora les falta el vientre y todos sus contenidos.
-¿Porque estas preguntando de pronto por el pato gris? -La voz del santo patrón, suena relajada pero inquisitiva, es la voz de alguien que sabe que tiene todas las cartas pero quiere escuchar mi versión de todos modos. - Te voy a ser franco y directo, ¿De acuerdo? El que preguntaras de pronto por el pato gris nos tomó por sorpresa, teníamos una racha perfecta de la que de hecho estábamos muy orgullosos pero con todo el asunto del pato gris esa racha ha desaparecido. -Yo guardaba silencio esperando ver de que iba todo aquello.
-Usted -El santo patrón nunca me había hablado de "usted" y escucharle emitir esa palabra y el súbito cambio de tono me hizo revolverme incomodo en el asiento- es un cliente valioso y la ultima vez nos vimos incapaces de ofrecerle lo que busca, la sorpresa no es una excusa y queremos compensarle si nos los permite.
-¿Compensarme? - Pregunté.
-Si, vera, estamos listos para ofrecerle al pato gris, no tiene que hacer nada, simplemente se lo entregaremos.
-De acuerdo - Dije encantado con todo aquello. - ¿Pero que hay del búho azul?
-Ese seguirá según el acuerdo inicial, le brindaremos la ayuda pertinente pero la búsqueda va por su cuenta como de costumbre.
Aquello era demasiado bueno, y llegado cierto punto uno debe empezar a cuestionarse su propia suerte.
-Solo hay dos condiciones. - Al exponer que había un truco en todo eso de compensarme se puso de pie y se acerco hacia mi por encima de su escritorio. - La primera a decir verdad es una condición personal y no debe cumplirla si no lo desea pero me da curiosidad y agradecería una respuesta; responderme honestamente ¿Para que quieres el pato gris?.

Y ¿Para que quería yo al pato gris? En realidad no lo sabia del todo, solamente lo deseaba, y ya, hacia unos años lo había tenido y siendo mas joven y tonto lo había dejado ir sin mas, en aquella ocasión mientras se alejaba me percaté de pronto que se había llevado algo mio sumamente valioso, mientras había estado conmigo le había dado una forma palpable a cierta parte mía que nunca debió tenerla y la había engullido y se había marchado volando sin mas.
Entonces, ¿Quería recuperar esa parte mía? No, no era eso, de hecho, a decir verdad ni siquiera había pensado en aquel suceso en todo ese tiempo, solamente ante la posibilidad de hacerme con el búho azul había brotado ese recuerdo de pronto como del fondo de un foso, se había llevado una parte mía si, pero no era una parte que necesitara para sentirme completo y aun así, mi ser añoraba al pato gris.

Ante la pregunta del Santo patrón de las causas perdidas solo pude guardar un silencio que se prolongó hasta que aceptó eso como respuesta.
-La segunda condición, es que ya no puedes volver aquí -el Santo patrón de las causas perdidas estaba sentado sobre su escritorio y su mirada tenia un peso incomodo. - Te daremos al pato gris en las manos, y te daremos todo lo necesario para dar con el búho azul, pero nunca mas podrás poner un pie aquí. -Aquello me hizo abrir los ojos y alzar la mirada para encarar al Santo patrón de las causas perdidas, sus ojos, dos esferas negras brillantes en su cabeza miraban directamente hacia los míos, a esta distancia podía contemplar las plumas de su cabeza y la textura de su pico, el aliento del Santo patrón de las causas perdidas olía a sangre.
-¿Estas de acuerdo con esta condición?.
-¿Que sucede si acepto y aun asi vuelvo?
El Santo patrón exhaló una bocanada de aire.
-No es una opción, las pastillas ya no te harán efecto, no importa cuantas tomes la puerta no se abrirá, aunque si tomas demasiadas te dará una sobredosis como lo detalla el vídeo de seguridad que viste la primera vez que entraste.
Las pastillas inhiben el sueño, si no se toman regularmente también deshacen el apetito, sin su efecto aquello era prácticamente una condena a muerte.
Pero mi ser añoraba tanto al pato gris.
-Acepto. -Dije
El Santo patrón sonríe al abrir su pico se asoma una hilera de dientes humanos perfectamente blancos y pequeños. Su mano me toma del cuello y aprieta, y duermo.
Duermo sabiendo que posiblemente sea la ultima vez que voy a dormir, mi cuerpo se entrega completamente y puedo sentir su completa flacidez mientras me desvanezco, y me desvanezco.

Cuando desperté pasaba del mediodía. Sobre mi estomago esta el gato negro que no habla de Cedrela  dormitando, subiendo y bajando conforme mi estomago se expande y contrae al ritmo de mi respiración.
En su boca, el cuerpo del pato gris.

No hay comentarios:

 Puma Blue suena tan fuerte como el momento lo permite, no se como se miden los decibelios, no se muchas cosas, e incluso las cosas que se n...